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RELACIONES CONDICIONADAS

Actualizado: 15 may 2021


Equivocadamente creemos que somos incondicionales por estar al lado de nuestros amigos, familia, pareja, hijos en los momentos difíciles o porque somos los primeros en abrazarlos en sus momentos de logro.

Claro, si ves a tu hermana, hijo, esposo llorando porque algo salió mal, tu ego desaparece y todo tu ser se llena de compasión, nos volvemos comprensivos, tolerantes, amorosos, no nos sentamos a juzgar por sus malas decisiones, sólo nos ponemos a disposición para animarlos y ayudarlos.


Pero eso no es ser incondicional, la naturaleza humana siempre nos llevará a actuar de esa manera, ser compasivos en situaciones difíciles es en realidad fácil.

La verdadera incondicionalidad se da en los momentos cotidianos, cuando no hay aparentes razones para que el otro esté mal y no lo juzgo, cuando el otro toma decisiones contrarias a las mías, hace cosas con las que no estoy de acuerdo, cuando el otro tiene hábitos diferentes a los míos y lo respeto completamente, no lo juzgo, no lo invalido, no lo califico y especialmente, no busco cambiarlo.

El cuento es que estamos tan programados que creemos que cuando el otro llora en medio de una discusión es normal ayudarlo, pero si el otro grita giramos la atención, nos sentimos agredidos, lo juzgamos y nos ponemos peor creando una carga emocional mayor, porque no nos enseñaron que el llanto al igual que el grito son formas de expresar emociones de dolor, tristeza, impotencia o desasosiego, sino que nos enseñaron que es una falta de respeto, entonces todo grito es una agresión, y no nos tomamos el tiempo de preguntarle al otro qué le pasa que necesita gritar. 


Y son este tipo de creencias las que nos llevan a pensar que nuestro bienestar depende de lo que ocurre afuera, que depende de lo que hace la persona que tenemos al lado o del comportamiento de nuestros hijos, responsabilizamos a quienes tenemos al lado de nuestro estado emocional, son ellos los que supuestamente nos ponen tristes, no nos enseñaron que somos nosotros los que decidimos ponernos así, entonces tomamos el camino más fácil: responsabilizar al otro cuando no soy capaz de gestionar mis estados emocionales.


Y se crean las famosas frases: "es que no piensas en mí, no me consideras, no es justo que hagas esto conmigo, siempre haces cosas para ponerme mal", y como estas, muchas más excusas con las que hacemos responsables al otro de nuestras reacciones.

Para empezar a cambiar esta forma de ver las relaciones, ten en cuenta que nadie se levanta con la intención de cometer errores o con la intención de sufrir, nadie es feliz cuando se desubica y grita, todo lo que expresamos al entorno es un resultado de nuestras emociones internas, quien grita no lo hace porque quiere ser malo, simplemente el que tiene dolores, tristezas, frustraciones, etc., no encuentra recursos más positivos para entregar, y expresa de diferentes formas su impotencia por no poder estar bien. 

Unos se deprimen y se encierran, otros se dedican a comer, otros a conocer personas, otros a viajar, otros a estar de fiesta en fiesta...  Finalmente detrás de cada forma, hay necesidades emocionales disfrazadas, ninguna es mejor o peor, sólo son diferentes, y cuando respetas que cada quien elija esa forma de acuerdo a como piense que le funciona mejor, y dejas de pensar en la forma en que esa decisión te hace sentir o te afecta a ti, dejas de sufrir porque entiendes que es un proceso del otro que no tiene que ver contigo o con querer hacerte daño.

"Lastimosamente hemos sido criados desde el castigo, creemos que así aprende el otro, que si dejo de hablarle, si le hablo mal, dejo de ser como soy, le quito mi amor, va a aprender a no volverlo a hacer. Hemos aprendido a castigar al que comete errores y a amar más al sabio. Pensamos que el error es malo y que castigar es una forma de enseñar y nada está más alejado de la realidad".

Y en este punto es que nacen las relaciones condicionadas, cuando dependiendo de si haces lo que te digo, te comportas de una forma que no me afecte y tomas decisiones con las que estoy de acuerdo soy incondicional y te doy mi amor, pero si dices o haces cosas que no me gustan, tomas decisiones con las que no estoy de acuerdo, no cumples mis expectativas o te comportas de una forma que no creo que sea adecuada, dejo de ser incondicional y te quito mi amor. Así nos relacionamos básicamente todos, y hasta que no reconozcamos la exigencia y el papel de víctima, seguiremos en la misma dinámica toda la vida, con relaciones en las que tenemos que fingir, cambiar todo el tiempo y dejar de ser nosotros para complacer a quien tenemos al lado y conservar su amor.

Cómo puedes poner esto en práctica:

  1. Si quieres enseñarlo empieza por ti, no hay mejor maestro que el ejemplo. No pidas respeto faltando al respeto. Esto aplica con todos, especialmente con hijos, no hay niveles de autoridad más altos cuando de respeto se habla, es al mismo nivel, con todos.

  2. Nadie en la historia se ha calmado diciéndole que se calme. Evidentemente si está desubicado es porque no está siendo capaz de controlar sus emociones y menos de calmarse. Porque tu lo digas, no lo va a lograr. Dale su espacio y no te lo tomes personal, es su proceso y no tiene que ver contigo.

  3. Revisa las razones por las que frecuentemente tienes conflictos en tus relaciones más cercanas. Elegimos inconscientemente la pareja que nos lleve a sanar traumas pendientes, por ejemplo: se altera fácilmente para recordar constantemente lo que duele un grito y saturarnos de eso y buscar el medio para sanarlo. También para sanar relaciones pasadas, por eso si te relacionas con el mismo tipo de persona una y otra vez revisa qué no se solucionó de tu relación anterior.

  4. Tienes derecho a que no te guste algo, pero no te culpar al otro por eso que no te gusta. Porque eso es algo que está en ti, no en el otro. Por eso eres tú el que debe trabajarlo.

  5. Hacer acuerdos en tus relaciones, no solo de pareja, sobre cómo va a funcionar la relación, evita malestares y evita querer cambiar al otro para que funcione. El respeto es subjetivo, lo que para mi es una falta de respeto para el otro puede no serlo, haz el ejercicio de revisar sólo esto y te darás cuenta de la forma tan diferente en que vemos la vida.

  6. Practica la firmeza amorosa, sé firme en los acuerdos pero que el amor permanezca, incluso en los momentos difíciles, en medio de las discusiones, cuando el otro cometa errores. En esos momentos es cuando más necesitan tu amor las personas que amas. 


Finalmente no confundas lo que una persona hace con lo que una persona es. El ser es diferente al comportamiento, el estado emocional siempre varía, las reacciones automáticas se crean desde el inconsciente y son literalmente reacciones químicas que muchas veces no controlas. Si esto se vuelve claro para ti te sentirías menos agredido y te tomarías estas situaciones de una forma menos personal. Que el otro reaccione mal no significa que lo hace para hacerte daño.

El comportamiento siempre puede variar, la esencia permanece. Por eso en los momentos difíciles recuerda quien ES el que tienes en frente, porqué lo amas. 

El objetivo es entrenarse en respetar siempre, todo y a todos, es entrenarse en la capacidad de asumir manejando lo que pasa en tu interior y comprendiendo y respetando lo que pasa en el exterior. No culpar a nadie de lo que sientes porque siempre puedes decidir estar bien, y renunciar a interferir en las decisiones y formas de ser de los demás o querer cambiar algo a tu alrededor.

Has un ejercicio estos días, durante una semana escribe en el block de notas de tu celular cada vez que te enojes con tu pareja, tus hijos o alguno de tus padres. Y escribe porqué, si se repite le pones un + al frente y al final de la semana podrás darte cuenta cuáles son las razones por las que castigas al otro, entras en malestar o quitas tu amor. Ahí hay muchas creencias y carencias por descubrir.

Yo siempre recuerdo una frase que hace muchos años vi en el escritorio de mi hermana: Ámame cuando menos lo merezca porque es cuando más o necesito. Y Esto resume todo.

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